27 de enero de 2014

Artículo: Chalchihuapan, prensa y poder

Chalchihuapan, prensa y poder
Aquiles Montaño Brito

El Movimiento Antorchista ha luchado 40 años contra la pobreza en México, y durante todo este tiempo no ha pasado un solo día en que no nos desayunemos con ataques mediáticos gratuitos en la prensa estatal y nacional. Hemos cumplido 40 años de caminar bajo el cerrado fuego de los enemigos, que nos gritan a cada paso que cejemos en nuestra lucha, que depongamos la Antorcha que nos va iluminando, que perderemos la batalla que emprendimos porque el enemigo es invencible. Pero no hemos hecho caso. Y seguimos abriéndonos paso por los intrincados caminos que la realidad impone, porque creemos que un mundo mejor, en donde la riqueza se reparta equitativamente, es posible. Nuestra terquedad ha encontrado eco en cientos de miles de humildes ciudadanos que ahora comparten nuestro sueño y trabajan también para alcanzar ese nuevo mundo. No así en quienes desde el inicio nos gritaban. Ahora gritan más fuerte y, como dije, no hay día en que no leamos en los diarios lodazales mediáticos disfrazados de “noticia” o “análisis” que nos acusan de todo: extorsionadores, chantajistas o mentirosos, por decir lo menos. Pero los más subidos de tono nos han acusado de “asesinos”, de grupo paramilitar del PRI, de ser “protegidos” de funcionarios de cualquier nivel de Gobierno, de “robo” o “toma” de inmuebles o de abierto “chantaje” a las autoridades, con marchas y plantones, para obtener sinecurios económicos y políticos para los líderes. Obviamente, el 50 por ciento de este tipo de “noticias” y “análisis” carecen de un mínimo de rigor lógico  y el otro 50 son mentiras llanas, puesto que nadie se ha molestado jamás en probar las acusaciones y creen que por escribirlo debe ser verdad.

Y sin embargo, por nuestra parte, siempre que hemos tenido algún (precario) acceso a la prensa, intentamos desmentir y aclarar las cosas, ponerlas en su lugar y justos términos, a pesar de que ello nos atraiga un redoblado embate mediático, que sigue la lógica de las cabezas de Medusa. Pero los otros aludidos, aquellos que ostentan el poder, jamás abren el pico para desmentir los oscuros nexos que supuestamente los unen a nosotros. Pareciera que a ellos los tienen sin cuidado las acusaciones y el consecuente delito que cometen al prohijar a los “delincuentes” antorchistas. Sirva de ejemplo, de esto que digo, aquella leyenda negra sobre el Movimiento Antorchista, creada por los grupos de “izquierda”, que nos acusaba de ser un “grupo paramilitar y de choque” del PRI, y que sus “plumas” más brillantes repetían como loros amaestrados casi en automático en los diarios de Puebla y nacionales, y a la que por muchos años debimos combatir hasta el cansancio con la razón y la verdad como únicas armas. Pero nadie tiene memoria de que algún priista, aunque fuera el más humilde de todos ellos, haya salido a desmentir la grave acusación de que el otrora todo poderoso partido solapara y diera cuerda a un grupo fuera de la ley. Nadie recuerda a algún dirigente del PRI ofreciendo una rueda de prensa o escribiendo un artículo para desmentir las acusaciones o llevando ante la justicia a los delincuentes para dejar a salvo su propio prestigio. Sencillamente dejaban que se dijera y escribiera todo tipo de arbitrariedades contra nosotros, que los medios se ensañaran y que moldearan la imagen negativa del nuevo enemigo público de México.

¿Por qué? Porque son ellos mismos quienes promueven y pagan los ataques para impedir el rápido crecimiento y desarrollo de una organización a la que, puesto que nunca pudieron comprar, ahora ven como enemiga. Vistas así las cosas, las campañas mediáticas contra Antorcha son el resultado del odio venal de quienes gobiernan y los grupos de poder fáctico que pululan en el país, que preferirían liquidar a las organizaciones insumisas que no se han prestado a su juego de hacerle al que gobierna para que todo siga igual. Y, entrando al tema que me ocupa, así es como debemos ver los nuevos ataques mediáticos que nos lanzan sobre el añejo conflicto que se vive en San Bernardino Chalchihuapan, municipio de Santa Clara Ocoyucan, Puebla, en donde la arbitraria creación de una nueva iglesia sobre los mismos cimientos de la anterior ha divido a la comunidad y la tiene a un pelo del enfrentamiento por la intransigencia de los autores del problema que, lo diremos una y mil veces porque ésa es la verdad, son los caciques del pueblo apoyados por la misma “izquierda” de la que hablé líneas arriba.

Lo mismo de ayer, lo mismo de ahora. Aunque con nuevas excusas y pretextos. Ahora, una vez más, es Chalchihuapan, del que no repetiré la historia que ya he contado, porque es de conocimiento público. Ríos de tinta han corrido sobre el tema para acusarnos, ¡otra vez!, de todo lo que se les ha venido a la mente: que si queremos apoderarnos del pueblo, que si impedimos el culto porque tenemos tomada la Iglesia, que si el Gobierno del Estado nos protege para que hagamos nuestra santa voluntad en Chalchihuapan, y un largo etcétera que no vale la pena transcribir, pero aquí también hay poderes de gobierno y fácticos que durante lo más álgido del problema religioso en esta comunidad (que abarca de octubre pasado a esta fecha) se han quedado callados o se “deslindan” olímpicamente, a pesar de que saben que evitar un baño de sangre se encuentra enteramente en sus manos. Y a ellos les hago estas preguntas: ¿Por qué el silencio? ¿Por qué dejan que toda la culpa se eche sobre las espaldas de Antorcha? ¿Por qué permiten que un grupo de ricos hurte el salón contiguo a la parroquia original y que despoje a un pueblo entero? ¿No va eso en contra de los mandamientos de Cristo? ¿No son ustedes quienes deberían hacer justicia y devolver lo robado a sus legítimos dueños? ¿No acaso son ustedes quienes actualmente impiden el culto religioso debido a que tiene en su poder el salón en disputa? ¿No fueron ustedes quienes recibieron, de manos del pueblo organizado, las llaves de entrada al famoso salón? ¿No son ustedes quienes convalidaron el despojo cuando santificaron la nueva iglesia? ¿No son ustedes juez y parte en el problema? Y, finalmente, ¿no son ustedes quienes deberían resolver el problema, puesto que son quienes poseen los medios para hacerlo y, por si eso no bastara, porque para eso se les dio el cargo que ahora ostentan? ¿No serán ustedes los culpables del enfrentamiento que ha mantenido en vilo a una población? ¿Cargarán con esa culpa?

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