Aquiles Córdova Morán
Dirigente Nacional Movimiento Antorchista
A primera vista, lo que ocurre en Texcoco, Estado de México, parece cosa de locos. Pero sólo parece. Resulta que dos “distinguidos perredistas”, el diputado Constanzo de la Vega Membrillo y el abogado Horacio Duarte Olivares, ambos ex presidentes municipales de Texcoco, se han puesto a la cabeza de un grupo que dice estar dispuesto “a todo” para lograr la expulsión de mil 200 familias que intentan construir sus modestas viviendas en un predio de su legítima e indiscutible propiedad. Si partimos del hecho público de que tanto los personajes mencionados como su partido han trabajado de firme y desde hace años para crearse la imagen de insobornables defensores, en el discurso y en la acción, de los intereses populares, uno esperaría que, por elemental congruencia ideológica y ética política, esos señores se hallaran al lado de quienes luchan, tan denodada como sufridamente, por una humilde vivienda y una vida menos miserable. ¡Pero resulta que no! Que contra lo esperado, no sólo no mueven una sola de sus aristocráticas manos a favor de esa gente, sino que, por el contrario, se han colocado al frente de quienes quieren echarlos de su legítima propiedad y conculcarles sus derechos constitucionales a una vivienda digna y a fincar su domicilio donde mejor les acomode. ¿No es esto, aparentemente, cosa de locos?
Pero la incongruencia y el travestismo ideológico de esos señores no acaban aquí. Con una irresponsabilidad criminal y una ambición de poder sin freno, se han lanzado a jugar con fuego soliviantando los ánimos de los ciudadanos texcocanos de mayor arraigo y tradición, es decir, de quienes podríamos llamar nativos de esa noble e histórica ciudad que, por lo mismo, sienten amor genuino y preocupación auténtica por conservar la belleza, un ambiente limpio y un nivel decoroso de los servicios básicos de su terruño, tratando de enfrentarlos con los “invasores antorchistas”. Para ello, les manejan tres “argumentos” cuidadosamente seleccionados para conseguir el efecto deseado. El primero es que el asentamiento de “miles y miles de antorchistas” en Texcoco, está dando al traste con el equilibrio ecológico al arrasar las áreas verdes y los terrenos de cultivo, y al incrementar factores ambientales adversos como las tolvaneras y la contaminación por el tráfico vehicular; el segundo es que esas “invasiones” agudizarán problemas como el abasto de agua, el drenaje y otros servicios similares; el tercero es que los antorchistas son “puros vagos, viciosos y malvivientes”, por lo que su llegada incrementará la delincuencia y la inseguridad de las familias texcocanas. A la vista de tales insidias, no es de sorprender que los texcocanos honestos y de buena fe hayan caído en el garlito y estén decididos a seguir, a ojos cerrados, a los falsos defensores de “los intereses de Texcoco”. Es a ellos, pues, a quienes siento la necesidad de dirigirme.
Primero: sostengo que es pura sofistería, una vil manipulación, responsabilizar a los “miles y miles” de antorchistas del deterioro ambiental de Texcoco. Los ambientalistas serios del país saben, y lo han dicho y escrito muchas veces, que la grave degradación ecológica que afecta a todo el Valle de México, y no sólo a Texcoco, se debe a causas estructurales complejas, tales como la ausencia de un plan regulatorio del crecimiento poblacional; la crisis del campo mexicano, que expulsa a sus habitantes hacia las ciudades en busca de trabajo; y la concentración de la industria y los negocios en el Distrito Federal y el oriente mexiquense. Una prueba de esto es que la sobrepoblación de Texcoco y municipios vecinos, así como los problemas derivados de ella, comenzaron muchos años antes de que los antorchistas soñaran siquiera con asentarse en el municipio. Por eso, culparlos a ellos de esta situación es, además de una calumnia, una perfecta burrada de quienes afirman tal cosa. Segundo: responsabilizarlos de fallas en el abasto de agua, en el drenaje u otros servicios similares, es otra tontería supina, ya que hasta un retrasado mental sabe que la deficiencia o la carencia absoluta de tales servicios es siempre culpa, aquí y en China, de las autoridades responsables de proporcionarlos, y no de la población que los demanda y los paga con el sudor de su trabajo. Plantear el problema al revés, es esconder que los presidentes municipales habidos en Texcoco, incluidos los tres perredistas, poco o nada han hecho para resolver satisfactoriamente esas cuestiones, incluida, naturalmente, la vialidad y el caótico tráfico vehicular. Tercero: decir que los antorchistas son un peligro para la seguridad de los texcocanos es, de entrada, un sofisma racista y discriminatorio, ya que implica que pobre y delincuente son sinónimos. Pero yo desafío a los dos perredistas a que mencionen, con nombre y apellido, a un solo antorchista que esté, o haya estado, en la cárcel por delitos del orden común. En cambio, todo México conoce a los funcionarios y políticos que se han enriquecido con el dinero público, a pesar de lo cual, en vez de ir a la cárcel, siguen gozando de prebendas y de poder. Además, hasta un tarado sabe que la delincuencia es un mal que azota a todo el país, y que la causa no son las colonias antorchistas sino la gran pobreza, la falta de empleo y la corrupción de los cuerpos de seguridad.
Constanzo de la Vega y Duarte Olivares enviaron en días pasados una vergonzosa “carta abierta” al gobernador del Estado de México, Doctor en Derecho Eruviel Ávila, plagada de elogios y ditirambos sobre su calidad humana y profesional, con el fin de empujarlo a cometer un atropello contra los antorchistas, echándolos de su propiedad y negándoles el derecho constitucional a una vivienda digna y la libertad de elegir su domicilio. Pero el bodrio sostiene, además, una descarada mentira cuando afirma que los antorchistas “invadieron” ilegalmente el lote que ocupan. Ahora bien, ¿cómo se explican todas estas maromas ideológicas y políticas, toda esta farsa de la “enérgica defensa” de los “intereses de Texcoco”, las burdas mentiras públicas de los dos perredistas texcocanos? Para quien esté mínimamente enterado de los movimientos de la política local, el asunto es claro: lo que realmente buscan Constanzo de la Vega , Duarte Olivares y la “mano priista oculta” que mece la cuna tras bambalinas, es replegar al Movimiento Antorchista, texcocano y mexiquense, hasta obligarlo a declinar sus legítimas aspiraciones en la jornada electoral que se avecina. Se trata de eliminar a un competidor indeseable y repartirse el botín entre ellos y sólo entre ellos. Prueba: los antorchistas que hoy provocan el odio de los personeros de la desaseada alianza hasta el grado de obligarlos a fingir la “toma” del palacio municipal de Texcoco, fueron desalojados de la zona ejidal conocida como Hidalgo y Carrizo alegando que es “zona de riesgo” en la que, además, es imposible introducir cualquier tipo de servicio. Pues bien, ese asentamiento se dio, justamente, bajo la presidencia de Constanzo de la Vega Membrillo , con su total anuencia y sin ninguna intervención de Antorcha, que en ese tiempo no conocía al grupo. ¿Por qué entonces los aceptó y ahora exige su expulsión? Porque los tiempos y sus intereses políticos han cambiado, naturalmente.
Ítem más: en este preciso instante, y exactamente en el mismo predio “inhabitable” de Hidalgo y Carrizo, personas allegadas al padrino priista de los perredistas están fraccionando cerca de 300 hectáreas y vendiendo lotes a bajo costo a miles de familias sin vivienda, con la única condición de que se credencialicen en Texcoco y voten por sus benefactores. Y los “defensores de Texcoco y su entorno”, ¿por qué no dicen nada de esto? ¿Por qué mantienen sospechosamente cerrado el pico ante tamaña agresión al ambiente y arman, en cambio, tremenda alharaca por 30 hectáreas que mide el predio de los antorchistas? ¿No está clara la doble vara, la doble medida, el contubernio mafioso que determina y explica los sucesos que aquí denuncio? Pero hace falta, sin embargo, que lo vean claro también los texcocanos de buena fe que han caído en la trampa de los falsos redentores del pueblo; es necesario que se den cabal cuenta de que esa gente los está manipulando en favor de sus intereses políticos y en contra de los antorchistas, por el temor electoral que éstos le inspiran y no por lo que les argumentan; que están a tiempo de evitar que los usen como carne de cañón para afianzar posiciones de grupos que sólo buscan su medro personal. Y que ésos no son los antorchistas.
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