Sublima a campesinos evento cultural
Tetela de Ocampo, Puebla. Las nubes abrazaban apenas la punta del
cerro de los dos picos -Ometepetl- trayendo consigo un aire refrescante que se
distribuyó dentro del auditorio municipal esperando dar la bienvenida a los
artistas nacidos del pueblo pobre y ganadores en la pasada Espartaqueada
Cultural Nacional del Movimiento Antorchista, quienes -en esta ocasión- traerían
a las familias humildes un poco de la cultura que el pueblo creó.
La llama de la
antorcha que desde hace 30 años ilumina la Sierra Nororiental se encontraba en
cada rincón de aquel lugar, ondeando con el eco de cada aplauso que daba la
bienvenida a los líderes que encabezan las demandas, los trabajos y la lucha de
la gente pobre en la sierra.
De pronto,
súbitamente, gritos y aplausos se apoderaron del lugar tras escuchar una voz
que gritaba preguntando: ¿dónde está Ometepetl?, ¿dónde está Taxco?, ¿dónde
están los compañeros de Chignahuapan?
Los
integrantes del Ballet Nacional de Antorcha Campesina hacían su aparición y
tomaban sus lugares para presentar a los tetelenses “Huapango de Moncayo”.
Apenas sonaron
las primeras notas y los aplausos hicieron eco, pero pronto se desvanecieron
para dar paso al taconeo de los artistas ante las cautivadas miradas oteadoras
de los presentes.
Dánae Córdova
Morán, líder antorchista, señaló la importancia que tiene la formación de
jóvenes artistas que vayan a los pueblos a llevar un momento de distracción
sana, sobre todo porque se trata de artistas que son de diferentes estados y
que pertenecen a familias humildes.
Velo de novia,
rebozos de color y el traje de charro en la boda de Jalisco dibujaron múltiples
sonrisas en todo el auditorio, después los jarros de pulque, la música de
Huapango, las blusas de labor y el colorido en las faldas, provocaron –en uno de los asistentes de no
menos de 70 años de edad, vestido con calzón de manta- el grito de ¡salud!, el
pueblo identifica y conoce la cultura de la Huasteca.
La lucha de
Antorcha está vigente, el Festival de ganadores es prueba de ello; los jóvenes
artistas a través de los bailes y la música están entregando su vida a defender
a la clase oprimida, y en el pueblo está la labor que siga latente la única
organización digna de llamarse defensora del pueblo.
El éxtasis del
gran evento se impregnó en el sentimiento de los tetelenses, que al término de
este, en varias ocasiones a una sola voz coreaban “echense otra”.
La líder
antorchista explicó que practicar el arte educa, vuelve sensible a la gente y
contribuye a que sean personas sencillas, que entiendan las necesidades de su
pueblo y encabecen la lucha por satisfacer las carencias sociales.
“Luchen por la
casa de la cultura, por sus carreteras, pero no se les olvide que la lucha es
grande y para eso sólo dirigiendo los destinos de su pueblo podrán realmente
resolver los problemas de ese pueblo; piénsense como líderes que saben que el
camino no termina a 100 metros, es toda la vida y en todos los aspectos”.
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